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martes, 25 de enero de 2011

El ministro de Agricultura de la Nación visitó Reconquista el viernes y reivindicó el modelo sojero


“Construir el modelo de la soja sudamericana: en eso estamos trabajando”

La afirmación no corresponde a alguno de los integrantes de la Mesa de Enlace, sino al ministro de Agricultura de la Nación, Julián Domínguez, quien en su visita a Re
conquista dejó dos cosas en claro: su apoyo a Agustín Rossi como candidato oficialista a la gobernación de Santa Fe y su total respaldo al modelo sojero. En su alocución destacó la función
de los “organizadores del negocio” sojero (la nueva “burguesía nacional” parida por las políticas implementadas desde 2003 por la gestión de Néstor Kirchner) y defendió la política oficial respecto de la producción triguera. “Construir el modelo de la soja sudamericana: en eso estamos trabajando”, dijo, ante una tribuna compuesta por integrantes de diversas organizaciones políticas, productivas y de derechos humanos que lo ovacionaron en casi una veintena de oportunidades.

“Lo que nos pasó en los últimos años fue que no pudimos trasmitir el sentido de las decisiones que tomamos”, lamentó el ministro. Aquí, algunos apuntes de Proyecto Sur Reconquista sobre el paso del funcionario nacional por el norte santafesino, visita en la que sí pudo dejar en claro el sentido de su modelo de desarrollo.

El avance de la nueva frontera

Luego de destacar el “superávit fiscal interno” que se aplicó a “pagar la deuda interna y a la inclusión social” y de reivindicar el pago de la deuda externa como un indicador de que Argentina negocia “como nación soberana, no como un pueblo sirviente de los intereses internacionales”, Domínguez se refirió a la situación mundial en la que entre mil y mil ochocientos millones de personas “se mueren de hambre”. A eso se suman los mercados de China y la India como nuevos compradores de nuestra producción primaria. Con esos datos, encaró el viejo discurso de que la agroindustria tiene como función paliar la situación de hambruna: “Argentina tiene hoy para aportar al nuevo concierto internacional, a la producción de alimentos, 30 millones de hectáreas de tierras arables; se estima que se puede crecer en 10 millones más de hectáreas de tierras arables en la Argentina como productora de alimentos, de proteína”.

Dejando de lado la visión mercantilista del hambre como posibilidad de ampliar mercados, preocupa la intención explícita del gobierno nacional y popular de seguir ampliando la frontera agrícola, un fenómeno que se logra con grandes costos ecológicos y sociales –como los desmontes, con sus consecuencias sobre las poblaciones campesinas e indígenas de las tierras incorporadas al agro mediante la topadora, muchas veces expulsadas en forma violenta de sus territorios, y con sus derivaciones sobre el funcionamiento de los ecosistemas: desertificación, inundaciones, envenenamiento–.

En la misma falta de autocrítica sobre la expansión de la frontera agrícola incurrió el ministro cuando destacó que durante la gestión del matrimonio Kirchner-Fernández “diez nuevos millones de hectáreas de tierras arables se han incorporado a la agricultura. De 32 millones, 10 se incorporaron en la última década: el 30 por ciento de las tierras arables. Esto me parece que constituye un elemento central que echa por tierra aquello de la ausencia de previsión, la falta de inversión y el relato del apocalipsis”. Claro, quizá eche por tierra el relato del apocalipsis de la Mesa de Enlace y de parte de la oposición, continuos reclamantes de menor presencia del Estado, pero ratifica plenamente el relato “apocalíptico” de aquellos que ven la desaparición de economías regionales y de ecosistemas nativos como un problema, ante el avance de las “tierras arables”.

Siguiendo con la reivindicación de las políticas agropecuarias desarrolladas desde 2003, Domínguez dio datos: “Argentina llega a producir 100 millones de toneladas de granos, y de 60 a 100 se pasó en los últimos 10 años. Que yo sepa, de 60 a 100 hay un cuarenta por ciento [en realidad, si producíamos 60 y ahora producimos 100 no hubo un incremento del 40 por ciento, sino del 66,5% aproximadamente]. El modelo de la recuperación de la autonomía en las decisiones nacionales, a uno de los sectores que más benefició es al sector agropecuario”.

En este contexto de aumento de la producción y de la productividad, Domínguez destacó que si Argentina y Brasil “se juntan, son los principales proveedores de soja del planeta”, lo que plantea “la necesidad de empezar a profundizar la inclusión soberana y construir el modelo de la soja sudamericana. En eso estamos trabajando: es decir, construir una estructura que condicione a los mercados internacionales a partir de una logística común y una plataforma común de operaciones con Brasil.”

La góndola y la nueva “burguesía nacional” (o los huérfanos de Kirchner)

Otro de los objetivos de la política pública del gobierno, reconoció Domínguez, apunta a que Argentina trascienda “la cosechadora para llegar a la góndola. Es decir dejar de exportar productos primarios como en la época de la colonia y tratar de exportar valor agregado que genere trabajo, generación de riquezas y oportunidades para los argentinos”. Tomada en abstracto, la frase – coronada por aplausos de la tribuna kirchnerista– es coherente con una política de desarrollo parecida a la propuesta en la plataforma de Proyecto Sur. Pero enunciada después de una férrea defensa de la producción sojera, se entiende que dejar de exportar productos primarios para vender valor agregado es lo que hace, por ejemplo, la aceitera Vicentín, que transforma la soja y el girasol en aceites, facturando 9.500 pesos por minuto y generando “trabajo, riquezas y oportunidades para los argentinos”

Por otra parte, el ministro celebró los cambios económicos y sociales al interior del sector rural. Ya no se trata del viejo productor, sino que “aparecieron los organizadores del negocio, apareció la figura de los contratistas, los financistas, los pooles de siembra, los cluster de semillas, los cluster de fertilizantes”. La nueva organización empresarial, sumada a los precios internacionales y al tipo de cambio, permitió que “este año el superávit del sector fuese de 17.000 millones de dólares”.

Hasta aquí, podría ser el diagnóstico de situación de cualquier observador, pero a renglón seguido el ministro añadió el aspecto valorativo: “en la Argentina ha surgido una nueva burguesía nacional, un nuevo capitalismo nacional vinculado a todos estos actores: ¿saben qué? nuestros semilleros, nuestros fertilizantes, tienen el 40 por ciento del mercado de Brasil; nuestros productores, nuestros semilleros, nuestros organizadores del negocio están en África, son contratados por los grandes grupos para avanzar en tierras arables. Por el nivel de eficiencia de nuestros productores, de nuestros nuevos empresarios que nacieron en esta década, son convocados en África, en países de la ex URSS de nombres difíciles, en India, en China. Entonces el modelo nacional que supo parir Néstor Kirchner con firmeza, con decisión nacional, también generó una nueva burguesía nacional, un nuevo capitalismo nacional que tiene presencia en el mundo, que marca tecnología, que en biotecnología y en desarrollo genético es líder. Eso es un proyecto de desarrollo nacional”.

De los dichos del ministro, celebrados con aplausos por la militancia del campo nacional y popular, se desprenden algunos interrogantes: ¿qué entiende el gobierno cuando habla de “productores”? obviamente el término engloba tanto a gente “del campo”, que produce sus tierras o tierras alquiladas, como a pooles y financistas compuestos por personas que sólo ven el campo en el suplemento rural de Clarín. Y sobre todo, ¿cómo estos nuevos actores económicos pasaron, en el discurso kirchnerista, de ser los enemigos en los tiempos de la 125 –hace sólo dos años atrás– a ser la exitosa burguesía nacional que tan bien nos representa en el mundo, surgida de la planificación económica del gobierno, “parida” por Néstor Kirchner?

El trigo

En lo referido a la comercialización de trigo –cuestión que generó una medida de fuerza de las cuatro entidades del agro– Dominguez explicó que “el primer desafío fue alentar la producción de trigo, y este año, a Dios gracia, vamos a estar cerca de los 15 millones de toneladas” en lugar de las 7,5 millones del año anterior. En este sentido, destacó tanto la política de Estado que demostró la viabilidad de la siembra del trigo en la Argentina como la incorporación de dos mil nuevos productores en esta campaña.

Sin críticas a la concentración de la producción, el ministro explicó que 30 mil productores generaron las 14 millones de toneladas de esta campaña, pero con la particularidad de que 27.500 productores (el 92 por ciento del total) son responsables del 50 por ciento de la producción, mientras que al otro 50 por ciento lo producen tan sólo el 8 por ciento de los productores (unos 2.500).

“Es un problema histórico que cuando termina la cosecha hay sobreoferta, son muchos productores los que salen a vender y son pocos los que compran en la Argentina. Y por supuesto que se produce un cuello de botella”, dijo Domínguez, explicando así la solución que encontró su cartera para se problema:

“El saldo exportable de la Argentina para esta campaña está estimado en 7 millones de toneladas. Antes de que empezara la cosecha, las bolsas de cereales, que son nuestras, que son parte del proyecto nacional, nos pidieron ‘es necesario darle una señal al mercado para que se siembre trigo’, y se abrieron tres millones de toneladas. Es decir, casi la mitad del total de lo que se estimaba que iba a ser el saldo exportable. En diciembre, cuando empezó la cosecha, se abrió otro millón de toneladas, y la segunda semana de enero se abrieron tres millones más. Es decir que Argentina tiene un saldo exportable de 7 millones de toneladas, pero si tenemos en cuenta que el 92 por ciento de los productores producen 7 millones, ya estamos resolviendo con esa medida el problema del 92 por ciento de los productores, de 27.500 productores”. Dada la capacidad de presión de los grupos concentrados, cuesta creer que estos 27.500 pequeños y medianos productores vean solucionada su situación antes que el 8 por ciento de concentra la mitad de la producción, pero el discurso oficial está planteado de esa manera.

“Además –prosiguió el ministro– la molinería ya compró un millón y medio de toneladas en el mes de enero, y va a comprar un millón más. Vamos a estar movilizando en el primer trimestre del año tres millones más de molinería, sumados a los 7 son 10 millones, con lo cual estamos avanzando sobre la otra mitad de los productores, los 2.500 que producen el otro 50 por ciento del trigo. Y como además hay productores que tienen dificultades, que son pequeños y medianos, la presidenta decidió otorgar un crédito que es histórico, a tasa cero [aplausos], sea o no sujeto de crédito el productor, porque hay muchos productores pequeños y medianos que han quedado fuera del registro de operaciones granarias. O sea 840 millones [de pesos] para garantizar que el productor que no quiera vender pueda retener este trimestre crítico un millón más de toneladas. Es decir, estamos movilizando once millones de toneladas el primer trimestre del año, cuando en los últimos 15 años se exportó en promedio en el primer trimestre 3,2 millones de toneladas. Hoy abrimos 7 más 4 del mercado interno”.

Personalismo, verticalismo, fundamentalismo…

Citando a Perón, Domínguez dejó en claro que “la política necesita un ejecutor y mil predicadores; y con Néstor Kirchner mi compromiso fue trabajar en la construcción de los mil predicadores”. En el actual panorama político, aclaró, la ejecutora es la presidenta y todos los militantes del campo oficialista, sus “predicadores”.

Y en consonancia con su discurso, rayano al fundamentalismo, el ministro señaló que todos los presentes “hemos sido paridos de la tierra, en el interior de la tierra, en el interior profundo, que forma parte constitutiva del acervo de nuestra Nación”. “Los que no forman parte constitutiva del ser nacional son los que pretenden construir un mensaje permanente de desmoralización”, acuso, constituyéndose en árbitro de quiénes representan y quiénes no el “ser nacional”. Cualquier comparación con discursos de ese estilo esgrimidos en otros momentos históricos resultaría redundante.

Los grandes ausentes

Si bien uno de los organizadores de la charla, el diputado Enrique Marín, había adelantado una disertación de dos horas, el ministro sólo habló media. Y si bien Domínguez afirmó en varias oportunidades que “esta no es una discusión política sino una discusión agropecuaria de los destinos de la Argentina, conmigo no van a discutir temas políticos”, en su escasa media hora de discurso abundó más en arengas políticas instalando la figura de Agustín Rossi como candidato a gobernador –“quiera Dios y el pueblo de Santa Fe lo acompañe, que Agustín sea el próximo gobernador”– sin precisar datos técnicos sobre las políticas de Estado –más que los desarrollados en los párrafos precedentes–. Por último, mientras Domínguez se ofreció para contestar preguntas, Marín tomó rápidamente el micrófono y dio por terminado el evento, cortando cualquier posibilidad de debate. Primera gran ausencia de la mañana.

También llamó la atención la ausencia de cualquier alusión a los pequeños productores, al campesinado del norte santafesino, a las producciones alternativas. Sólo los actores de los agronegocios fueron tenidos en cuenta en el discurso oficial de un ministro que dice representar a un gobierno popular, opuesto desde 2008 –al menos en lo discursivo– a la oligarquía terrateniente y sojera. Segunda gran ausencia.

Y si algunas ausencias fueron significativas, también lo fueron algunas presencias: ovacionando al funcionario en cerca de una veintena de veces, formaron parte de la tribuna militantes populares del campo oficialista, ya sea de sus vertientes político-partidarias, sindicales, barriales o de derechos humanos. Así, sorprendió ver aplaudiendo de pie la arenga sojera a referentes de espacios que reivindican al campesinado, a las producciones alternativas, con quienes solemos encontrarnos para denunciar a los agronegocios y sus consecuencias de expulsión de habitantes rurales, desertificación y fumigaciones. Será también parte de la realidad que Néstor Kirchner supo parir…

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