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sábado, 10 de julio de 2010

Panel por el matrimonio igualitario. Palabras de Pablo Rivoira, pastor de la Iglesia Valdense

Pablo Rivoira, pastor de la Iglesia Valdense –iglesia cristiana con fuerte presencia en Argentina y Uruguay– comentó que “hace un tiempo nos llego de una comunidad la propuesta, la demanda, de trabajar sobre un tema complejo como es la bendición de parejas, de uniones civiles, de personas del mismo sexo. Y como cuerpo pastoral trabajamos, estudiamos, en función de lo que las comunidades de la Iglesia Valdense nos demandan”. En este sentido, la respuesta del Sínodo (compuesto por diputados y diputadas de todo el Río de la Plata) fue trabajar la temática, informarse y socializar las conclusiones tanto en las comunidades como fuera de ellas: “por eso estoy acá y en ese espíritu quiero compartir algunas cosas”.

La declaración de la Iglesia Valdense realizada en febrero de este año plantea, a diferencia de sus pares católicos, que no hay una decisión que pueda agotar este tema, “se trata más bien de un ejercicio constante de aprendizaje, no hay una afirmación dogmática, clausurante del caminar de la fe”.

“Tuvimos que trabajar y derribar determinados prejuicios que muchas veces vienen por malas traducciones o malas interpretaciones de la Biblia, y por lecturas fundamentalistas de la Biblia –contó Rivoira–. Por eso nos abocamos a trabajar sobre temas que en distintas traducciones de los textos bíblicos se van modificando al incorporárseles categorías actuales ajenas a ellos –el Antiguo Testamento fue escrito en hebrero, y el Nuevo en griego–: por ejemplo, la palabra ‘sexual’ aparece en el siglo XVIII, la palabra ‘homosexual’ en el siglo XIX y la palabra ‘heterosexual’ en el siglo XX”. El tema de los términos tiene que ver con “cómo construimos nuestro discurso, nuestro lenguaje y nuestro discurso religioso”

“Las traducciones o malas traducciones de los idiomas originales a los nuestros, por ejemplo al castellano, han generado un perjuicio contra las minorías sexuales: vale decir, arsenokoítais es una palabra compuesta, en griego, que significa cama-varón, o coito, se ha traducido como ‘homosexuales’. En I Timoteo: ‘había un traficante de esclavos que conseguía jóvenes para sus clientes mayores que querían penetrarlos sexualmente’. Trabajamos todo este tema con una fundación que se llama ‘Otras Ovejas’, de la ciudad de Buenos Aires, y concluimos que no se puede traducir esto como ‘homosexuales’ porque se limita a los hombres, no incluye lesbianas, y se refiere a prácticas o actos sexuales producidos principalmente por violación. Lo que rechaza la Biblia es el secuestro de jóvenes como esclavos para la prostitución, no el amor mutuo y compartido, que es otra cosa y que tiene que ver con lo que estamos hablando hoy”, explicó.

La palabra “homosexual” fue incluido en las traducciones bíblicas por primera vez en 1946 en inglés, pero muy pronto se dieron cuenta de que había sido un error, pero la traducción siguió quedando en castellano, por eso todavía la podemos encontrar en alguna Biblia”, señaló.

Por otra parte, Rivoira indicó que “la vivencia de la sexualidad y sus consecuencias en nuestras comunidades y sociedades están marcadas muchas veces no por el amor y el respeto mutuo sino por el dolor, el sometimiento y la violencia. Las situaciones de discriminación que surgen en nuestras comunidades nos muestran a niños, niñas, jóvenes, adultos, matrimonios y ancianos y ancianas sufrientes y dolidos por el maltrato y el abuso. Estas situaciones son vividas como ‘normales’ y aceptables para los ojos de nuestra sociedad, cuando no las son para el Evangelio. Notamos una contradicción cuando invisibilizamos esto en el marco de una determinada comprensión de la sexualidad humana y juzgamos rápida y prejuiciosamente otras vivencias donde se manifiesta el amor y el respeto mutuo”.

“Por eso –dijo– es necesario todo el proceso reflexivo, con una mirada más amplia, que incluya toda la sexualidad y al cuerpo humano desde una perspectiva de género y en un diálogo interdisciplinario y ecuménico. Esto nos permitirá no hacer lecturas fundamentalistas y articular un mensaje liberador, que es el que Jesús actualizó con el amor al prójimo”.

En este sentido, volvió a diferenciarse de sus pares de otras iglesias cristianas al proponer “una mirada más amplia, que se adapte a los cambios de la sociedad, a aquellas personas que reclaman por sus derechos; para eso es necesario entender algunas cosas que están mal entendidas de la Biblia. No fue un pecado sexual el de Adán y Eva: fue un pecado de desobediencia a Dios, de querer ser como Dios, de comer de fruto del bien y del mal, manejar a las personas y ocupar el lugar de Dios. O entender que El Cantar de los cantares es un libro de la Biblia que se lo quiso espiritualizar, pero en realidad es un libro de amor erótico, donde personas se aman, describen sus cuerpos, se quieren y son felices”.

Entonces, redondeó, “creemos necesario el estudio y la interpretación responsable de las escrituras, que deberá ser hecho desde un Evangelio liberador, reconociendo las diversidades sociales, culturales, raciales. Debemos informarnos para no dejarnos llevar por opiniones sin fundamentos científicos, teológicos ni culturales, que llevan a la discriminación y a la fobia social. Debemos animarnos como sociedad, sensibilizarnos y salir al encuentro de estos nuevos desafíos. Será necesario entonces, además, legislar sobre esta materia, porque legislar dará garantías de vivir con dignidad a personas que hoy no están incluidas dentro del Código Civil. Esto también es servir al prójimo”.

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